Por Violet Ikong
Cuando Lazard Kisimba, que ahora tiene treinta años, huyó de la República Democrática del Congo a Uganda en 2016, su objetivo era escapar del conflicto mortal en su tierra natal y vivir a salvo. Pero cuando llegó a Kampala, la capital de Uganda, las cosas tuvieron un comienzo difícil. No hablaba los idiomas de Kampala –inglés, luganda o swahili– por lo que no podía pedir ayuda para localizar a otros refugiados congoleños. Solo y sin saber cómo conseguir ayuda, durmió en la calle durante muchas semanas, acosado por el hambre, el frío y los mosquitos: “[En ese entonces] no sabía qué era mejor – vivir en el Congo, enfrentar el conflicto o durmiendo en las calles de Kampala”, dijo entre lágrimas Kisimba, recordando las dificultades.
La experiencia de Kisimba no fue única. Cuando llegó a Uganda, se unió a más de 1.5 millones de refugiados que vivían en el país, la gran mayoría de los cuales eran de Sudán y la República Democrática del Congo, y casi todos vivían en condiciones inseguras y empobrecidas.

La vida como refugiado en Uganda
Sobre el papel, los refugiados en Uganda tienen una vida mucho mejor que los refugiados en muchos otros países. Gozan del derecho al trabajo, a la libertad de movimiento y al derecho a acceder a servicios gubernamentales como la educación. Sin embargo, según Arthur Musombwa, un refugiado congoleño que vive en Uganda desde 2007, la realidad es que la vida en Uganda es dura para los refugiados y está plagada de sufrimiento.
La pobreza, la desnutrición y la mala salud caracterizan la vida tanto dentro como fuera de las comunidades de reasentamiento. En las comunidades escasean los alimentos y el agua limpia. Afuera, los refugiados alquilan refugio en áreas abarrotadas y empobrecidas – cuando pueden encontrar a alguien que acepte alquilarles a los refugiados. Incluso entonces, aquellos que aceptan alquilar viviendas a los refugiados cobran más de lo que cobrarían a los no refugiados. Las barreras del idioma y las finanzas son obstáculos para obtener atención médica. Y aunque legalmente los refugiados tienen derecho a trabajar, la realidad es que muy pocos encuentran trabajo.
El trato por parte del país anfitrión es discriminatorio, dijo Musombwa: “Los refugiados aquí a menudo son víctimas de arrestos ilegales y brutalidad policial y militar. Debido a esto, cuando la mayoría de los refugiados ven a la policía o al ejército, comienzan a correr. No porque hayan hecho algo malo, sino porque tienen miedo de ser arrestados o golpeados por no hacer nada”.
Kisimba corroboró la historia de Musombwa y dijo que la dinámica entre los refugiados y muchos ciudadanos ugandeses es problemática: “A veces algunos ciudadanos nos golpean y si informamos a la policía, no se hará nada porque somos refugiados. No creen que tengamos derechos porque no es nuestro país”.

Acción colectiva
En 2016, un pequeño grupo de refugiados congoleños en Uganda, incluido Musombwa, decidió intentar unir a otros refugiados congoleños bajo una plataforma común, para conectarse entre sí y encontrar soluciones a sus problemas. Formaron la Comunidad de refugiados congoleños en Uganda (CRCU) en febrero de 2017. “Decidimos construir una red y crear un buen marco de asistencia para nuestra gente”.
La CRCU ahora tiene miembros de todos los campos de refugiados en Uganda, así como de áreas fuera de los campos y ofrece muchos programas y actividades para ayudar a los refugiados. Desde 2017, los líderes estiman que han ayudado a más de 2300 personas. Para mantener el contacto con los miembros, cada tres meses los representantes visitan los distintos campos de refugiados para verificar las condiciones y actualizar a los miembros sobre los eventos recientes en la asociación
En 2017, Kisimba todavía vivía en las calles de Kampala, pero los miembros de la asociación se fijaron en él, lo ayudaron con el papeleo requerido para vivir en Uganda y le proporcionaron refugio. A partir de ese momento, su suerte mejoró. Se inscribió de inmediato en el programa de idioma inglés de la asociación y hoy puede comunicarse de manera efectiva en inglés.
Desde la fundación de la asociación, se han lanzado muchos programas. Algunos están disponibles en todos los campamentos, sin embargo, el programa de idioma inglés gratuito y el programa de guardería gratuito para niños menores de cinco años lamentablemente solo están disponibles en la oficina en Kampala debido a restricciones financieras. Actualmente, las clases de inglés en Kampala inscriben a 270 personas y se llevan a cabo semanalmente de lunes a viernes. Los estudiantes se dividen en tres grupos por nivel.
La creación de empleo es el núcleo de los programas de CRCU en todas las ubicaciones. La asociación ofrece sesiones gratuitas de tres meses sobre cuidado del cabello, fabricación de jabón, sastrería, catering y cosmetología. Al final de las sesiones, los graduados exitosos obtienen certificados y se les ayuda a encontrar oportunidades para usar sus nuevas habilidades.
Y CRCU ha creado un equipo legal de miembros de la asociación para representar a los refugiados congoleños que lo necesitan. Si alguien es arrestado, CRCU envía representantes para rescatarlo o brindarle asesoramiento legal sobre la mejor manera de manejar la situación. Benedict Bwira y otros miembros de este equipo tienen experiencia en leyes de la República Democrática del Congo. “Soy abogado de profesión. Estaba practicando en casa, pero por supuesto, no puedo hacer eso aquí. Ahora ofrezco mi conocimiento y experiencia como voluntario, y lo disfruto”, dijo Bwira. Es el secretario general de la asociación, además de participar como miembro del equipo legal. La asistencia a niños no acompañados y separados (UASC, por sus siglas en inglés) también es parte de la misión de CRCU y, cuando es posible, se ayuda a los niños con alimentos, dinero y ropa.

CRCU inició un programa de ahorro grupal para ayudar a los refugiados congoleños a obtener libertad financiera y garantizar que pudieran acceder a fondos en emergencias. Cada grupo de ahorro tiene entre 15 y 30 miembros, y todos los depósitos de ahorro se registran en un libro que lleva la asociación. Además, cada miembro del grupo tiene un libro de registro individual donde se registran sus depósitos. Los refugiados contribuyen a sus cuentas de ahorro durante un período de seis meses, después del cual pueden retirar fondos y comenzar un nuevo período de ahorro de seis meses, si así lo desean. En situaciones de emergencia, los depositantes pueden acceder a sus fondos antes de tiempo. CRCU proporciona maletines a cada grupo de ahorro para mantener seguro el dinero de su grupo. En la actualidad existen 27 grupos de ahorro operados por CRCU.
Los síntomas de salud mental preocupan a las personas que viven eventos traumáticos, y la mayoría de los refugiados han experimentado traumas. Además, vivir en la pobreza y el miedo crea problemas. Entonces CRCU inició un programa de terapia psicosocial para ayudar a los refugiados congoleños. Ombeni, de 30 años, vive en Uganda desde 2015 y habló de sus desafíos: “Soy madre soltera de siete hijos, y cuando tengo problemas con la comida, el alquiler y las cuotas escolares, mi salud mental se ve afectada. Otras veces, miro la forma en que nos tratan aquí y me da tristeza. Pero siempre que comparto mis problemas y preocupaciones en la asociación, siempre me brindan apoyo, me ofrecen palabras de aliento y me dicen que ser refugiado no es una identidad, sino una condición que algún día terminará”.
Desea hacer más

El financiamiento es un gran desafío para la asociación. En la actualidad, los programas y actividades se financian principalmente con las contribuciones de los miembros. Durante las reuniones semanales, que se llevan a cabo todos los miércoles en diferentes lugares, los líderes colocan un balde y piden a los miembros que donen la cantidad que puedan. También visitan iglesias para solicitar apoyo. Sin embargo, el dinero nunca es suficiente para apoyar los programas de la asociación. “La vida en Uganda es dura. Si otras organizaciones e individuos pueden apoyarnos, podríamos hacer más y ser mejores”, dijo Douglas Bulongo, presidente de CRCU.
Lo que los refugiados realmente quieren es la paz y el regreso a su patria. “Congo es mi país. La paz debe regresar para que yo y otros podamos volver a casa. No hay lugar como el hogar”, dijo Benedict Bwira.
Pero mientras tanto, CRCU se ha convertido en una familia para refugiados congoleños como Kisimba. Él dijo: “Hubo momentos en que no quería hablar con nadie. Solo quería estar solo. Pero ahora, tengo personas con las que siempre puedo hablar y sentir que estoy con mi familia”.
Al 30 de abril de 2023, Uganda albergaba a 868,930 refugiados de Sudán y 489,220 de la República Democrática del Congo. Nadie sabe cuántos refugiados más entrarán en Uganda como resultado del actual conflicto en Sudán.
Para contactar CRCU: [email protected].